GÓMEZ OJEA, CARMEN
La H es sólo una letra, ni un fonema siquiera, y mucho menos un sonido. Vale poco, solo sirve para dar lustre a las palabras que la llevan y la verdad es que es muy molesta en su exigencia ortográfica. Así vemos algunas personas dentro de nuestra sociedad, egoísta e insolidaria, donde los constrastes son necesarios pues los agraciados con la belleza, la inteligencia, el poder o el dinero se ven estilizados y elevados a la caricatura de los otros: los feos, los tontos, los pobres. Este es el tema fundamental de la novela de Carmen Gómez Ojea que presta su voz a la protagonista, Amada, apodada Chucia, para relatarnos los avatares de unas vidas que son más que «cero a la izquierda». Molestas innecesarias y hasta peligrosas, «haches mudas del mundo y de la vida». Un ambiente de feroz crueldad preside las vidas de estos personajes traumatizados por amenazas de cuartos oscuros, asesinos sueltos, desgracias terribles, acostumbrados a golpes, insultos y humillaciones constantes, pero que a pesar de todo, se sienten dichosos, pues saben que la única manera de sobrevivir es prestarse apoyo mutuo.
Carmen Gómez Ojea es de Gijón. Allí, cuando estudiaba el tercer curso de Filología Románica en la Universidad de Oviedo, quedó finalista en el premio de novela convocado por el Ateneo Jovellanos, con < i > Las manos inútiles < /i > . A partir de ese momento obtiene otros galardones, como el de la Casa del Mar de Cádiz, el de El Entrego, el Tigre Juan, el Nadal con < i > Cantiga de agüero < /i > , el Una Palabra Otra con < i > La novela que Marien no terminó < /i > y el Carmen Conde de poesía con < i > En la penumbra de cuaresma < /i > .