El débil equilibrio europeo de la segunda mitad del siglo XV saltó por los aires cuando Carlos VIII de Francia atravesó los Alpes junto a un gran ejército en el verano de 1494. Sus falsas intenciones de proteger Europa de la amenaza del Imperio Otomano no escondieron sus verdaderos objetivos: conquistar el Reino de Nápoles y someter toda Italia bajo su dominio. Al otro lado de los Pirineos, Isabel I de Castilla y Fernando V de Aragón, los Reyes Católicos, comprendieron que debían tratar de frenar a Francia. Con escasos medios económicos y militares, depositaron toda su confianza en una red de embajadores y diplomáticos que buscaron apoyos sin descanso en Génova, Florencia, Milán, Venecia, Inglaterra, el Sacro Imperio y, por supuesto, la Roma del papa Borgia. El débil Reino de Nápoles, ligado a la Corona de Aragón por la rama italiana de los Trastámara aragoneses, no era rival para la poderosa maquinaria de guerra francesa. Los Reyes Católicos enviaron en su ayuda a un hombre dispuesto a demostrar al mundo que se podía vencer a la gendarmería francesa con infantes ataviados con picas, espadas, ballestas y es
Graduado en Historia por la Universidad de Valladolid, se especializó en historia militar de la Baja Edad Media y la Edad Moderna. Desde finales de 2018 ha centrado sus investigaciones en la élite militar de la Monarquía Hispánica, los Tercios. En 2019, ya como historiador, comenzó a preparar oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros de Castilla y León, obteniendo plaza en el mismo en octubre de 2021. Comenzó su labor divulgativa publicando varios artículos para la asociación 31EneroTercios, referente en redes sociales para el estudio de los Tercios. En febrero de 2021 fundó el proyecto de divulgación Piqueros a Vanguardia, que actualmente dirige y que, con menos de un año de existencia, cuenta con más de 3.000 seguidores entre Twitter, Twitch e Ivoox.