WALCOTT, DEREK
En Garcetas blancas están presentes las obsesiones que han perseguido a Derek Walcott desde su juventud: la influencia que la pintura tiene en la lírica, las constantes referencias a la naturaleza, al pasado colonial de su tierra, Santa Lucía, y a la situación insular de ésta, así como al multilingüismo antillano; están, también, el nomadismo del poeta por varias latitudes americanas y europeas y su preocupación por la progresiva conversión del ya perdido paraíso caribeño en un parque temático o en centros vacacionales. Y está el mar, sin duda, un elemento alegórico imprescindible para comprender el sentir y el escribir de Walcott. Pero Garcetas blancas es, acaso, el testamento con el que el premio Nobel antillano da fe de la sospecha de que ha topado, por fin, con algo que se asemeja bastante a las respuestas que lleva buscando a sus constantes inquietudes, ahora que se acerca el ocaso de su vida. LUIS INGELMO
(Santa Lucía, 1930). Galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1992,
Derek Walcott está reconocido como uno de los mayores poetas contemporáneos en lengua inglesa.
En su genealogía mestiza se entremezclan la herencia negra, holandesa e inglesa y en su poesía se funde la tradición cultural antillana con la poesía clásica y moderna en lengua inglesa.
Su última obra poética, Garcetas blancas (2010), recibió el Premio T. S. Eliot 2011.
Es además autor de numerosas obras de teatro y de una compilación de ensayos que lleva por título La voz del crepúsculo (Alianza, 2000).
«El hombre gracias al cual vive el idioma inglés». Joseph Brodsky
«Más que ningún otro poeta contemporáneo, Derek Walcott parece estar cumpliendo con el programa de T. S. Eliot para la poesía. Ha destacado en todos los puntos que Eliot describía como las ?tres voces de la poesía?: la lírica, la narrativa o épica y la dramática». The New York Times
«Su lírica es carnal a la vez que marina. Mulato de ojos verdes y tez oscura. Derek Walcott es el poeta de las olas y de la tempestad, de la orilla y de la arena donde su gente ama y juega bajo el sol». Octavio Paz