Cuatro viejos amigos rondando la cincuentena se reúnen una Nochevieja, como acostumbran desde su juventud, para cenar, beber, charlar, oír música y levantar acta del paso de un año más por sus vidas. Antiguos amigos, antiguos alumnos, antiguos compañeros de estudios y antiguos camaradas de militancia clandestina, comparten bromas, lenguajes en clave, recuerdos de aquella mala educación de su colegio de curas, algún amor platónico y ciertos secretos que por fin van a aflorar entre las paredes del tranvía, un viejo vehículo que el anfitrión ha convertido en cobertizo dentro de su jardín. Con el paso de las horas, un nuevo invitado se cuela en la reunión: uno de esos fantasmas que, en palabras del narrador, viven mejor en el encierro que a la luz del día, dispuesto a cobrarse las cuentas pendientes de varias décadas de triunfos y fracasos y que se convierte en el catalizador de un final inolvidable. Con extraordinario pulso para los diálogos, una ironía poco frecuente en nuestra literatura y una capacidad casi fotográfica para pintar medio siglo de historia a través de las historias particulares de sus personajes, Pedro de Silva ha entregado por fin la gran novela generacional que venía apuntando con sus últimos trabajos. Una novela en la que dialogan la política con los sentimientos, las ilusiones perdidas con los pelotazos, los jóvenes con los viejos, el pasado con el presente y la vida con la literatura.
