La historia de la literatura no suele ser benévola con quienes se apartan del canon y, además, no pretenden crear otra alternativa. Es el caso de Rafael Azcona (Logroño, 1926) y de las dificultades para encajar su narrativa en las corrientes que la historiografía ha establecido en el marco de la España de los años cincuenta. Realismo social, realismo crítico, neorrealismo son epígrafes hasta cierto punto pertinentes para abordar su producción que se sitúa, además, en el campo del humor. Si a estás peculiaridades le añadimos la conversión del autor en guionista, contamos con circunstancias adecuadas para que su nombre haya sido ignorado por la crítica académica.
Rafael Azcona nació en
Logroño en 1926. Empezó como humorista gráfico en La Codorniz, y de esa época proceden sus primeras novelas,
abiertamente humorísticas como El
repelente niño Vicente o Los muertos
no se tocan, nene. Su colaboración con el director italiano Marco Ferreri y
el éxito de sus primeros guiones relegaron a un segundo plano su tarea de
escritor. Guionista y maestro de guionistas, autor de las historias de El pisito, El cochecito, Plácido, El verdugo, La grand bouffe, Belle Epoque
o La niña de mis ojos, Azcona se ha
convertido ya en una clásico vivo del humorismo español. En 2002 apareció su
libro de relatos Estrafalario y en
2005 la reedición de El pisito. Novela de
amor e inquilinato.