En la cima de su carrera como narradora, con una quincena de libros publicados y alcanzada la gloria literaria con La edad de la inocencia, Edith Wharton hizo un alto en el camino y decidió sintetizar las leyes del arte de escribir en prosa y sus peligros. Al lector acostumbrado hoy a enfrentarse a novelas llamadas «modernas» le sorprenderá que a Wharton le preocuparan hace un siglo asuntos con los que autores, críticos y editores no han dejado de pelearse desde entonces. Sus reflexiones dan vueltas a lo que, según ella, eran las características que hacían de la prosa un arte: la verosimilitud, la elección de un tema al alcance de las capacidades del autor... pero también la obligación del trabajo continuo y la exigencia de estar siempre alerta para controlar «los bandazos a los que lleva la inspiración». Aun cien años después de su publicación original, las reflexiones de Wharton contenidas en este libro convertido ya en un clásico de la crítica y la reflexión literaria no han perdido un solo ápice de actualidad, ni de fuerza, ni de precisión en cuanto brújula para lectores y, sobre todo, escritores o aspirantes a serlo.
Edith Wharton nació en Nueva York en 1862. Durante la década de 1890 escribió relatos para Scribner?s Magazine y, en 1902, publicó El valle de la decisión, aunque su reputación literaria se consolidó con La casa de la alegría (1905). En 1905 trasladó su residencia a Francia, donde escribió Ethan Frome (1911). Posteriormente, Wharton produjo un gran número de novelas, libros de viajes, relatos y poemas, entre los que cabe destacar Las costumbres del país (1913), La edad de la inocencia (1920, por la que recibió el Premio Pulitzer, siendo la primera mujer en obtener dicho galardón) o el ciclo de novelas agrupadas bajo el título Vieja Nueva York (1924). Wharton, discípula de Henry James y una de las más importantes narradoras de la literatura norte-americana, murió en Francia en 1937.