Así comienzan las memorias de Andrés Iniesta López, encarcelado a sus 17 años por el régimen de Franco. Cuando escribió estas líneas tenía 60 años. Era en 1982, Felipe González acababa de ganar las elecciones. Este cambio esperanzador le dio la fuerza necesaria para sentarse ante su vieja Olivetti y extraer de su portentosa memoria aquellos fantasmas del pasado que tanto le atormentaban. Y entonces, todo emergió: su infancia en Uclés, la irrupción de la Guerra Civil, la implacable represión que sufrió su familia, la privación de libertad, las humillaciones cotidianas, la terrible rutina de los fusilamientos al alba... Pero el niño de la prisión nos habla también de la solidaridad entre los presos, del valor de los condenados frente a la muerte y de la resistencia de un niño por sobrevivir en un mundo de hombres envilecidos. Estas memorias no fueron escritas por un historiador, un académico o un periodista, sino por un hombre sencillo y digno, cualidades que se reflejan en su estilo directo y crudo a la hora de describir los momentos más dramáticos de su vida: Un relato profundamente humano que ve la luz gracias a la obsesión de su autor por dejar constancia de hechos que marcaron su vida y la historia de España para siempre. Andrés Iniesta López, un hombre que nunca olvidará .
