VV.AA.
La única riqueza de Chen era un carretón de enea que le permitía ganar con qué comprar un tazón de arroz. Era feliz. Al anochecer iba a charlar con su amigo Wang, el pescador del Cormorán. Un día, volviendo a su cabaña, tuvo ganas de coger un ramillete de jazmín. A menudo así es cómo empiezan las aventuras, a partir de una idea inesperada, una pequeñez que os lleva muy lejos...