ROSADO ANDRADES, MARINA
Quiero que mi hijo sea un pájaro
nacido en el cielo.
El que conoce la jaula,
por mucho que la rompa,
vuela con ella en los puños.
Engendrar un bebé y, de rebote, la culpa. Los dos se preparan la vida, de formas diferentes. Nunca sabes si el bebé pájaro es cada vez más grande, o la jaula más pequeña: Empecé a comer el día en que te conocí para hacerte más grande de lo que yo nunca había sido.
Enseña lenguas que al anochecer se enreda al cuello. Nació junto al mar, el impulso de hundirse la persigue, por eso ha aprendo a quedarse suspendida en el espacio y flotar sobre las aguas. No sabe cerrar un capítulo de su vida sin escribirlo, cada uno de sus poemarios es un epitafio que relata la forma en que se rompía en el momento en que lo vomitó. Con Nadie sangra sin herida (2016), se despidió de su infancia, con Las flores homicidas (2017) cortó sus raíces, en Las bestias inocentes (2018) dice adiós a todas las personas que no la supieron amar, incluida ella misma. Ahora, por primera vez, un libro le sirve de bienvenida además de purga. Al fin y al cabo, escribir no es más que luchar contra la muerte de la propia memoria.