FONTOURA DA COSTA, ABEL / ALBERTO DURERO Y OTROS (Ilustración)
En su libro, Fontoura da Costa aventura una explicación de la manera como Alberto Durero conoció el rinoceronte que el rey Manuel I de Portugal regaló al papa León X. Dicha explicación ùla conexión entre Durero y Valentim Fernandes, alemán residente en Lisboa, quien le habría enviado al artista nuremburgués un dibujo del animalù ha sido puesta en duda por Roberto de Andrade Martins, quien afirma que no se ha acreditado que tal conexión existiera, por lo que es imposible saber qué dibujo o esbozo utilizó Durero como base para su dibujo, primero, y para su grabado, después, ni cómo llegó hasta él. Es seguro que Durero no vio nunca el rinoceronte indio del rey de Portugal, ni ningún otro. Pero a través de su grabado llegaron a conocerlo sus contemporáneos y seguimos admirándolo en nuestro tiempo.
te el intento de arrinconar al poder judicial con su politización, y por otro el desinterés en invertir en la Justicia, que soporta una carga tan pesada que la maquinaria no funciona. Madera más madera, solo con las multas administrativas impuestas durante el Estado de Alarma el Gobierno ha apalancado el sistema jud
Deambulaçoes da Ganda de Modafar, rei de Cambaia, de 1514 a 1516, de Abel Fontoura da Costa, fue publicado en Lisboa en julio de 1937 por la Agência Geral das las Colónias, cuando el autor era director de la Escuela Naval de la Marina Portuguesa. Conjuntamente, se imprimió una versión en lengua inglesa.
En su libro, Fontoura da Costa aventura una explicación de la manera como Alberto Durero conoció el rinoceronte que el rey Manuel I de Portugal regaló al papa León X. Dicha explicación ?la conexión entre Durero y Valentim Fernandes, alemán residente en Lisboa, quien le habría enviado al artista nuremburgués un dibujo del animal? ha sido puesta en duda por Roberto de Andrade Martins, quien afirma que no se ha acreditado que tal conexión existiera, por lo que es imposible saber qué dibujo o esbozo utilizó Durero como base para su dibujo, primero, y para su grabado, después, ni cómo llegó hasta él. Es seguro que Durero no vio nunca el rinoceronte indio del rey de Portugal, ni ningún otro. Pero a través de su grabado llegaron a conocerlo sus contemporáneos y seguimos admirándolo en nuestro tiempo.
