GIL DE BIEDMA, JAIME
Fue voluntad expresa de Jaime Gil de Biedma que este diario llegara a la imprenta después de su fallecimiento. Las tres partes que lo componen (Las islas de Circe, Informe sobre la administración general en Filipinas y De regreso a Ítaca), no sólo constituyen el relato, inteligente y brillante, de los avatares personales, laborales y creativos experimentados a lo largo de casi un año por el poeta, en plena juventud, sino que ofrecen una visión del mundo, de la literatura y del tiempo social y político en el que le ha tocado vivir, que completa, ilumina y agiganta la lectura de su obra poética. Considerado, pese a la brevedad de su obra, uno de los autores mayores de la poesía española del siglo XX, este diario revela a un prosista excepcional, que pasa magistralmente de la ternura a la crítica, del análisis a la descripción, del relato a la insinuación lírica y de la ironía a la desolación. Retrato del artista en 1956 es un ejercicio de adiestramiento y un aprendizaje moral. Más que la sinceridad, lo que importa es la visión moral del mundo y la sociedad de la época en que fue escrito.
«Nací en Barcelona en 1929 y aquí he residido casi siempre. Pasé los tres años de la guerra civil en Nava de la Asunción, un pueblo de la provincia de Segovia en donde mi familia posee una casa a la que siempre acabo por volver. La alternancia entre Cataluña y Castilla, es decir: entre la ciudad y el campo ?o, para ser más exacto, entre la vida burguesa y la vie de chateau?, ha sido un factor importante en la formación de mi mitología personal. Estudié Derecho en Barcelona y Salamanca; me licencié en 1951. Desde 1955 trabajo en una empresa comercial. Mi empleo me ha llevado a vivir largas emporadas en Manila, ciudad que adoro y que me resulta bastante menos exótica que Sevilla, porque la entiendo mejor. Me quedé calvo en 1962; la pérdida me fastidia pero no me obsesiona ?dicen que tengo una línea de cabeza muy buena. Gano bastante dinero. No ahorro. He sido de izquierdas y es muy probable que siga siéndolo, pero hace ya algún tiempo que no ejerzo.» «Bien. Supongamos ahora que han pasado doce años desde que escribí lo anterior. Y aun vayamos más lejos, supongamos lo más terrible: que nuestra suposición?tuya y mía, lector, acuérdate? sea la verdad absoluta. ¿Qué diré entonces que ha sido de mí durante este espacio interlinear? Lo primero y lo instintivo, es decir que nada. Luego, tras algún pensar, ciertos hechos se imponen.