PÉREZ GALVÁN, ANA / PEARCE, JOSEPH
La trascendente realidad que subyace en lo más hondo de Wilde sigue siendo un misterio por resolver. [...] El problema proviene de la incapacidad para ver a Wilde si no es a través de la óptica del puritanismo o de la lascivia. Tanto el lascivo como el puritano están cegados por sus respectivos prejuicios. Para uno, Wilde es un grito de guerra, para el otro es una amenaza. Uno lo traiciona con un beso, el otro con una maldición. [...] En ambos casos, es aprobado o condenado según los prejuicios personales de aquellos que lo juzgan. Se le considera inocente o culpable antes de oír las pruebas. Ambas partes pontifican antes que reflexionar sobre las propias palabras del escritor y llegan a conclusiones antes de escuchar y comprender los argumentos pertinentes al caso. Están demasiado ocupados tirándole piedras a Wilde o tirándoselas unos a otros para recordar que el objeto de su pasión fue ante todo un artista que expresó los secretos más profundos sobre sí mismo a través de su arte. «Todos estamos en la cloaca», dice lord Darlington en El abanico de IadyWindermere, «pero algunos miramos hacia las estrellas». Buscar a Wilde en la cloaca, ya sea para revolcarse con él en el fango o para señalarle con el dedo del desprecio farisaico, es no entenderlo. Aquellos que deseen conocer con mayor profundidad a este hombre tan enigmático, no deberían mirarle a él en la cloaca, sino mirar con él hacia las estrellas.