LÓPEZ TOBAJAS, AGUSTÍN
Surgida a finales del Medioevo, la idea de progreso comanda la historia de Occidente al menos a partir de la revolución industrial. En una sociedad que pretende haber certificado el fallecimiento de Dios, la adoración del progreso constituye ahora la nueva creencia universal. Al abrigo de toda sospecha en la mentalidad del hombre medio, el progreso nos ha situado, sin embargo, al borde mismo del colapso: la ciencia y la técnica desarrollan unos medios de destrucción que mantienen permanentemente al mundo al filo del abismo. el desarrollo económico condena a la miseria y a la muerte a millones de seres humanos. el arte, en una situación sin salida, ha renunciado a toda búsqueda de sentido. las catástrofes ecológicas se convierten en rutina. la violencia y la insatisfacción radical de los hombres se extienden de forma generalizada. ¿Dónde está realmente el progreso? La ideología del «progreso», dogma profano de la modernidad, ha dinamitado un mundo reduciéndolo a cenizas y pretende ahora construir uno nuevo a golpe de ciencia, principios democráticos y productividad: un golem tecnológico en cuyo interior no late un alma sino el vacío acumulado por los últimos siglos de la historia humana.