CHUTE, CAROLYN / ANTONIO JESUS MORENO (Ilustración)
Los Bean viven enfrente. Los ves a diario desde el amplio ventanal del salón. Son horteras y chabacanos, tienen pinta de cromañones y nunca van a la iglesia. Son ciento y la madre. Se reproducen como moscas. Huelen fuerte. Su jardín está sembrado de basura y agujeros. Lo que ocurre dentro de esa casa prefabricada es un misterio. En verano ondean sus cortinas de plástico y se escuchan gruñidos sobre el chisporroteo de una televisión mal sintonizada. «Lo que esos Bean son capaces de hacerle a una niña tan pequeña como tú haría llorar a un hombre hecho y derecho», dice tu padre. Tu padre te lo ha repetido una y mil veces: «Son predadores. Si corre, un Bean le pegará un tiro. Si cae, un Bean se lo comerá». Pero tú no puedes evitar husmear, sueñas con ser abatida y devorada por uno de ellos.onada, de reinterpretación articulada en torno a los grandes temas que sujeto y entorno comparten (el pacto con el diablo, el viaje, las búsquedas rítmicas, las experimentaciones sexuales y deseantes, el papel de lo popular, la acracia y el antifranquismo) y a las relaciones cruzadas con otros pensadores del momento (Deleuze,
CAROLYN CHUTE (1947) vive apartada en algún lugar de los bosques de Maine, en las estribaciones de las Montañas Blancas, cerca de la frontera con New Hampshire, en una cabaña sin teléfono, ni fax, ni agua corriente. En más de una ocasión se ha declarado abiertamente redneck. Cuando acabó el manuscrito de Los Bean de Egypt, Maine, tuvo que pedir dinero prestado para pagar el envío a un editor de Nueva York. La obra fue aclamada como algo casi primigenio, «la voz descarnada de la clase baja rural estadounidense».