El cambio constitucional, generalmente concebido como un proceso gradual y sujeto a reglas específicas de enmendabilidad, es en realidad un proceso revolucionario. Así lo sostiene Bruce Ackerman en La política del diálogo liberal. La democracia es un sistema dualista, caracterizado por la alternancia entre extensos períodos de apatía cívica (la política normal) y singulares episodios de una movilización de la deliberación popular, tras los cuales cierta propuesta reformista logra un apoyo público profundo, que se refleja en un consentimiento supramayoritario (la política constitucional). De esta manera el pueblo enmienda intermitentemente la Constitución sin que se cumplan los recaudos formales que el propio texto especifica. El contenido de la voluntad popular, expresado en un momento constitucional, es finalmente codificado por la Corte Suprema a través de decisiones transformadoras, que aseguran la preservación del cambio. Definiendo el rol «preservacionista» de la Corte, Ackerman considera que el dualismo un modelo que puede extenderse a la teoría constitucional comparada de los últimos sesenta años logra disolver, en vez de resolver, la dificultad contramayoritaria planteada por el control de constitucionalidad.
Este libro, una colección inédita de ensayos, sistematiza una teoría que ha atraído la atención de los más destacados constitucionalistas dentro y fuera de los Estados Unidos y que fue caracterizado como «una de las contribuciones más importantes al pensamiento constitucional norteamericano de la segunda mitad del siglo xx.» (Cass Sunstein).
La política del diálogo liberal es mucho más que un título: es una síntesis del ideario político, liberal y dialógico que inspira y justifica la teoría democrática de un autor que ha presentado un fuerte desafío tanto a perspectivas formalistas como fundamentalistas del constitucionalismo moderno.