TEY, JOSEPHINE
Londres, años treinta. Una larga cola frente al teatro Woffington espera impaciente para ver la comedia musical del momento. De pronto, un hombre parece desmayarse en medio de la multitud. Es Bert Sorrell, un joven corredor de apuestas, y acaba de ser apuñalado por la espalda con una fina daga. Ni el estado de shock de la señora Ratcliffe, testigo más próxima a la víctima, ni el té en el camerino de la encantadora Ray Marcable, estrella del musical, ni las alocadas teorías anarquistas de la señora Field, casera de Alan Grant, parecen arrojar luz al caso. Y sin embargo nuestro intuitivo inspector de Scotland Yard ya tiene a su culpable: se trata de Jerry Lamont, mejor amigo de Sorrell, un hombre de aspecto extranjero que huyó precipitadamente de la cola el día de autos y cuya pista se sitúa ahora en un pueblecito de las Highlands. Con su traje de pesca en la maleta a modo de camuflaje, Grant se sube al primer tren rumbo a Escocia dispuesto a cazar a su asesino y a disfrutar después de una placentera jornada de pesca. Pero no es oro todo lo que reluce, y puede que este caso tenga algún que otro cabo suelto que
Josephine Tey (Inverness, 1896-Londres, 1952), es el pseudónimo principal de Elizabeth Mackintosh, escritora y dramaturga escocesa célebre por sus historias de misterio. Pese a pertenecer cronológicamente a la llamada Edad de Oro de las novelas británicas de intriga, las narraciones y los personajes de Tey se alejan de los estereotipos que comparten los títulos clásicos de suspense.
En 1929, su novela «The man in the Queue» cosechó un éxito notable e introdujo a su personaje más famoso, el inspector Alan Grant, de Scotland Yard. De entre el resto de su obra cabe destacar «El caso de Betty Kane» (1948), y «La hija del tiempo» (1951; RBA, 2012).
«La señorita Pym» dispone, escrita en 1946 y protagonizada por su otro gran personaje principal, la fisonomista señorita Pym, pone de manifiesto la gran capacidad de análisis psicológico de la autora y su propensión por las tramas abiertas de final sorprendente.
Josephine Tey murió en 1952, legando toda su obra a la National Trust for Scotland.