MIRAVITLLAS, RAMÓN
Salvador Salvadó Nomdedeu, «Mesías», primer auxiliar del Departamento de Infraestructuras Comunicacionales y Documentación (para entendernos, el archivo) de La voz de la Albufera, tenía cuarenta y un años ya canosos, un pisito húmedo, una mujer bastante rústica, una suegra rústica brut nature, un hijo testarudo, una nariz de águila demasiado nariz, una caries semidespierta, dos cálculos semidormidos, un par de ojos pardos rematados por unas gafas de concha, tan viejas que, con su gracejo habitual, Salvador las motejaba de «Concha Espina». Salvador también atesoraba una fecunda facilidad para fantasear o irse por las ramas. Aunque sus perversiones no pasaban del fútbol teórico, el tabaco y el anís, sentía una gran pasión por todo lo británico que poblara la tierra. Una pasión que de vez en cuando cristalizaba en una especie de letargo inexplicable. No obstante, por mucho que las ausencias se prolongasen, lo apaciguaba un elemento indiscutible: mientras viajaba no había dejado de vivir su vida en Valencia. Una tarde de Iluvia, Salvador se asomó a la ventana. Algo diferente había en el paisaje. Transeúntes fantasmagóricos rebullían y con palos y pedruscos golpeaban las cabinas de camiones atascados y rugientes... Salvador sintió un escalofrío...
es un periodista catalán conocido por un genio irónico que entra en erupción en cuanto tiene a su alcance papel, teclado, cámara y micrófono. Unos le recuerdan por haber marcado un estilo en la crítica de televisión y otros, por haberse expuesto a la crítica con sus debates y entrevistas en radio y televisión. En 46 años de oficio este humorista camuflado ha cultivado desde la poesía visual y la sátira política a la biografía, el ensayo y el relato corto; ha innovado formatos de pantalla y sigue aprendiendo de sus alumnos en la universidad. Sangre blanca es su segunda novela.