ANTONIO G. BALBUENA
Luciano, septuagenario y retirado de la dedicación a su empresa de construcción y otros negocios, viudo y con su único hijo muerto en extrañas circunstancias, vive en una monótona y triste soledad, con la única esperanza de encontrar a su nieta. Tras muchos años de búsqueda infructuosa, la ultima opción que le queda, es esperar que Dorothy, su nieta, cumpliera la repetida promesa que le hizo a su abuelo, en San Antonio, Texas, cuando era una niña de nueve años, de que se encontraría con él, en el banco, bajo el árbol, de una plaza de Madrid, en que sus abuelos se conocieron en una espléndida mañana del mes de abril de mil novecientos setenta y dos. Por eso Luciano espera cada mañana, sentado en el banco bajo el frondoso negrillo, con la esperanza de que un día aparezca.