DE QUEVEDO, FRANCISCO / BRUEGEL, PETER (Ilustración)
Quevedo había cumplido ya 55 años cuando en 1635 decidió publicar su ensayo Defensa de Epicuro contra la común opinión, una declaración de intenciones en Defensa de la felicidad. Aunque nunca fue un pensador sistemático, en toda su obra late un impulso filosófico apoyado en el triunfo de la razón que propugnaban los estoicos. Con su alegato en favor de Epicuro da todavía un paso más y entiende que el principal propósito de la vida es lo placentero. Consciente de que este apoyo pudiera granjearle la hoguera con que la Iglesia calentaba a los herejes, el gran poeta satírico del Siglo de Oro cristianiza las tesis del filósofo griego. Atempera los aspectos menos asumibles para la doctrina cristiana, como la mortalidad del alma, y subraya la mesura y frugalidad, en la línea de los humanistas italianos, una visión absolutamente novedosa para su tiempo, que, al igual que su prosa, resulta sobresaliente.
Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580 - Villanueva de los Infantes, 1645) recibió
formación jesuita en el Colegio Imperial de Madrid, en la Universidad de Alcalá y empezó a estudiar Teología en la
Universidad de Valladolid. De vuelta en Madrid en 1606 se centró en la literatura y en medrar en la corte. Fueron años
prolíficos en los que, además de poemas, escribió La vida del Buscón llamado don Pablos (publicada en 1626), casi todos
los textos que formarán Los sueños (que aparecieron reunidos en 1627), el elogio hispánico España defendida y los
tiempos de ahora y el texto estoico Doctrina moral del conocimiento propio, y del desengaño de las cosas ajenas, que
será el precedente de La cuna y la sepultura (1634). Siguió escribiendo poesía invadida por el pesimismo y también
obras como Virtud militante, la Vida de Marco Bruto o La hora de todos y la Fortuna con seso.