«Los tres cuentos aquí reunidos comienzan con sencillez pastoral, en zonas silvestres o poblachos remotos a los que se acercan personajes de apacible carácter para encontrarse hundidos en una complicación irresoluble al cabo de pocos minutos. Tratando de recuperar una botella de vino por entre las patas de veinte vacas enloquecidas de frío, mientras un asesino acecha en la oscuridad, por ejemplo. Con la precisión de esos genios de la mecánica que aparecen en sus novelas, capaces de desmontar pieza a pieza una BMW 900 y volverla a montar sin dejar de hablar, darle a la botella y fumar cigarros, las narraciones de Fernández de Castro alcanzan un punto de saturación técnica que parece imposible de resolver y entonces, en apenas tres páginas, el nudo se deshace, el laberinto se abre, las vacas se dispersan, el diabólico enredo se desvanece, sale el sol y los personajes pueden regresar apaciblemente a su botella de vino y a su cigarro para continuar un viaje que sin duda va a sumirles en un nuevo infierno a los pocos kilómetros. La prosa de Fernández de Castro une el virtuosismo a la facilidad natural, como esos violinistas que parecen tener doce dedos y que tocan partituras inverosímiles mientras le guiñan el ojo a una señora de la primera fila.» Félix de Azúa.
Javier Fernández de Castro, nacido en Aranda de Duero, Burgos, en 1942, pasó parte de su infancia en Zaragoza, trasladándose después a Barcelona y Pamplona, donde estudió periodismo. Desde entonces ha ejercido diversos oficios relacionados con la prensa, la televisión, la enseñanza y la edición, siempre buscando la distancia necesaria para poder escribir novelas, entre las que se cuentan: Alimento del salto (Barral, 1974), Así en la tierra (Barral, 1977), El laberinto de fango (Argos Vergara, 1983) y La novia del capitán (Mondadori, 1987).Foto © Elsbeth Francken