CABRERIZO, FELIPE / AGUILAR, SANTIAGO
Edgar Neville, los hermanos Miguel y Jerónimo Mihura, Tono, José López Rubio y Enrique Jardiel Poncela (la " otra " generación del 27 al completo, vamos) crearon en junio de 1941 la llamada a ser " revista más audaz para el lector más inteligente " , " La Codorniz " . Junto a ellos, dos mujeres, Conchita Montes y la Baronesa Alberta, en unos tiempos en los que los nombres femeninos parecían condenados a un segundo plano, y sus padres putativos, Wenceslao Fernández Flórez y Ramón Gómez de la Serna. La aparición del semanario tuvo el efecto de un auténtico " big bang " , pero las raíces de su humor llevaban fraguándose largo tiempo. Exactamente desde la década de los veinte, cuando sus integrantes se conocieron en las redacciones de las revistas de humor del momento. Juntos emprendieron un camino en el que periodismo, literatura, teatro y viñetas se mezclaban sin ningún tipo de complejo y que no tardaría en dar el salto al cine. Muchos en los estudios madrileños. Otros en los de un Hollywood dorado que por aquellos años echaba a hablar gracias al invento del sonoro. " La Codorniz " pervivió hasta 1978 y su red
Felipe Cabrerizo (San Sebastián, 1973) es el realizador de Psycho Beat!, ese programa radiofónico de culto con el que desde hace ocho años puede usted menear el bullarengue a ritmo del mejor beat y ye-yé sesentero sin que se haya filtrado jamás en él un tema anglosajón. Puede que sea un proyecto de consolación, porque lo que a él le gustaría hacer es un programa dedicado exclusivamente a Johnny Hallyday que ninguna cadena tiene agallas de acoger, pero la verdad es que le da unas alegrías enormes. Una de ellas, y no la menor, es haberle permitido levantar la colección Libros Psycho Beat!, que arrancó hace dos años con Gainsbourg: Elefantes rosas (2016), escrito por él mismo, y que tuvo continuidad con las memorias de Françoise Hardy La desesperación de los simios... y otras bagatelas (2017). Este Johnny Hallyday: A toda tralla es la tercera entrega y amenaza con estar preparando ya una cuarta. Cuando no está embarcado en estos líos, se dedica a hacer cosas caudalosamente remuneradas. Escribe, traduce y busca libros por lugares recónditos, programa salas de cine y festivales, da clases, pincha discos, escribe artículos en prensa y libros colectivos e incluso es uno de los realizadores del programa Música para autos de choque. Y mientras intenta llegar a fin de mes con tanto disparate reconstruye pacientemente la biblioteca de Alejandría en su piso de cuarenta metros de Lavapiés.