BENZO SAINZ, FERNANDO
Ese jueves comenzó como todos los días para Martín, vigilante jurado de la estación de Atocha, hasta que se produjo la primera explosión en uno de los trenes. Sin dudarlo ni un instante se diririgó al andén para intentar ayudar en lo que pudiera. Víctor, un médico moldavo, viajaba en uno de los trenes y permaneció tras la explosión prestando un prmer auxilio a los heridos. A Ricardo la explosión le levantó de la cama. se asomó a su ventana en la calle Téllez y cinco minutos más tarde se encontraba frente al tren con una sola idea: salvar vidas. Mari Ángeles, una de las primeras enfermeras del SAMUR que llegaron a Santa Eugenia tras el atentado, quedó atóni al comprobar el estado de la estación. Aquello no se parecía en el que hubiera intervenido antes, pero la rabia y el dolor le dieron más energía. Un testimonio que nos reconcilia con la condición humana y que sin duda perdurará en la memoria del lector como ejernplo de lo que el hombre es capaz de lograr cuando se enfrenta a la adversidad.