FIGUEROA SÁNCHEZ, EMILIO
El petróleo, como mineral físico que es, no se acabará nunca. Un buen día, y por las circunstancias que sean, los consumidores no estarán dispuestos a pagar por explorar y desarrollar nuevas reservas de mineral y el mercado se irá reduciendo hasta desaparecer. Seguirá habiendo petróleo bajo tierra pero sin utilidad económica, por lo que poco importará su cantidad y mucho menos su coste. La tremenda volatilidad de precios de las últimas cuatro décadas se debe más a la existencia de un oligopolio de oferta y al conflicto político y económico generado por la apropiación de la renta del petróleo que a la tan aireada escasez de mineral. Desde mediados de los años 80 asistimos a la irreversible decadencia de un mercado en el que el creciente enfrentamiento entre consumidores y productores no augura el mejor de los futuros. En ese estado de cosas, los EE UU de América, el principal consumidor e inventor de esta industria, y el Golfo Pérsico, la zona geográfica con más ricas reservas del planeta, adquieren un protagonismo especial.