QUEVEDO, FRANCISCO DE
Si consideramos El Buscón como una «postura literaria» de largo alcance, el gesto creador de Quevedo nos resulta familiar: muestra la capacidad para reconocer, apreciar, imitar y destruir las novedades literarias. La reacción del sofista es previa a la reacción del intelectual: se reduce a risa y escarnio el peligro, por cualquier procedimiento ingenioso. no se alcanza a discutir o valorar el rasgo diferencial. El resultado es la obra grotesca labrada por el ingenio, y el avance del vacío interior, que alcanza límites «metafísicos» contra la historia y la ciencia. Ese desconcierto ideológico del humanismo tardío el del siglo XVII español está detrás de la aparatosidad verbal de Quevedo y probablemente de su desasosiego como escritor. Hacia ese polo atrae constantemente al lector de sus obras satíricas, invitándole a una risa amarga y destructora que coloque fuera de órbita personajes, escenas, diálogos, ideas.
Cortesano y estudioso de los clásicos, de su inteligencia superdotada, unida a una agudeza verbal asombrosa, salieron obras cumbre del Barroco como Historia de la vida del Buscón o Sueños. Su agitada trayectoria vital (1580-1645) contó con disputas literarios, pleitos e intrigas políticas por las que pasó cuatro años en la cárcel, acusado de "infiel", "enemigo del Gobierno y murmurador de él", y "confidente de Francia y correspondiente de franceses", cargos que Quevedo nunca reconoció.