BIELY, ANDRÉI
Petersburgo, la ciudad, es el verdadero protagonista de esta novela. Concebida y presentada como un espacio geométrico cerrado, configurado entre la Perspectiva Nevski y el Neva, entre las callejuelas grises y los palacios rojizos, aparece como un ser vivo, pensante y sintiente. Un ser palpitante sobre el que aparecen los personajes como títeres atormentados y grotescos, y que atraviesan dos misterioso fantasmas: el Jinete de Bronce (la estatua de Pedro I, símbolo del poder paternalista y opresor, concebido como alma de la ciudad y del poder por Pushkin, pero todavía hoy emblema de la ciudad) y el Holandés Errante, que es el Neva, y el puerto y lo Otro. Un desfile que se va transformando mediante el extraordinario uso de la sintaxis y merced a la significación otorgada a ciertos símbolos, como el color (rojo y negro, sobre el gris de la niebla, el azul del Neva, el verde grisáceo del mar, el bermellón de los palacios, el bronce de la fiebre#), en uno de los sueños más subyugantes que jamás haya dado la literatura.
Andrei Biely (Moscú, 1880-1934) perteneció a la generación de artistas que floreció en los años anteriores a la Revolución de Octubre y que dio nombres como Gorki, Pasternak y Akhmátova. Artífices del modernismo, del simbolismo, del futurismo, del acmeísmo, convirtieron a su país en un hervidero de corrientes literarias asombrosamente vivas, y a ese periodo en uno de los momentos de ruptura y renovación más impresionantes de la cultura universal. Biely, personaje extravagante y visionario, admirado por sus contemporáneos, se encuadra dentro de la escuela simbolista. Su novela ha necesitado de más de cuarenta años para ser comprendida y considerada fuera de Rusia. El lector contemporáneo, que tiene a sus espaldas nombres como Joyce, Faulkner o Kafka, está preparado para adentrarse en esta obra abrumadoramente hermosa.