JAVIER TRIANA / ARTUR GALOCHA Y LINO ESCURÍS (Ilustración)
Abadía, el Tato, portaba el estandarte del fútbol premetrosexual. Perteneció a la legendaria estirpe de futbolistas con bigote. Y bigote poblado, nada menos. El hecho de que Agustín, además, fuera calvo, no hacía sino elevarle entre todos ellos a un nive
Cuando era poco más que un bebé, Javier Triana (Logroño, 1983) se le cayó a su padre del carrito en el que le llevaba durante un verano en Zumaia, y se llevó un golpe en la cabeza. Aunque sobrevivió (su padre también), las secuelas son evidentes: ahora colecciona camisetas raras de equipos de fútbol. Escribió este libro para ver si culminaba una aspiración infantil y lograba hacerse con una del Logroñés, ya que nunca le dejaron quedársela cuando jugaba en el club. Pero en vano. Tras varios años tocando el piano en burdeles del África Subsahariana, ahora hace lo propio en fumaderos de opio del sudeste asiático.