KISCH, EGON ERWIN
Figura intelectual absolutamente esencial de la Europa de los años veinte y treinta del siglo pasado, Egon Erwin Kisch -conocido como "el Reportero frenético"- luchó como cabo y trabajó como cronista del Ejército austrohúngaro durante la Primera Guerra Mundial entre julio de 1914 (frente serbio) y marzo de 1915 (frente ruso), donde fue herido gravemente. A lo largo de todos esos meses escribió en cuadernos y libretas, incluso en las trincheras bajo el fuego enemigo, un diario de guerra que consiguió burlar la dura censura militar.
«Cuando al cavar una defensa uno se encontraba con un topo aturdido, decía riendo: "¡Escríbelo, Kisch!". Dos discutían medio en broma, medio en serio: «¡Como vuelvas a usar mi toalla, te voy a sacudir tal bofetada que te quitarán en el acto la cápsula de identificación!». Y para que esa advertencia quedara también registrada como es debido, al menos uno de los contendientes me decía: "¡Escríbelo, Kisch!". Cuando había caído un camarada al que todos elogiaban, me decían: "Era un buen tipo. ¡Escríbelo, Kisch!"... Y al final "¡Escríbelo, Kisch!" se convirtió en una muletilla que se utilizaba incluso cuando yo no estaba cerca». ¡Escríbelo, Kisch! describe el día a día del soldado en la masacre de la Gran Guerra. Y Kisch lo hace de la mejor manera posible gracias a sus agudas observaciones, experiencias y reflexiones convirtiéndolo en una impresionante pieza de literatura.
Egon Erwin Kisch (1885-1948) era hijo de un comerciante de Praga, ciudad donde nació. Tras estudiar en una escuela de periodismo berlinesa, trabajó hasta 1913 como reportero para el Bohemia, el más importante periódico en lengua alemana de Praga. Durante la Primera Guerra Mundial fue soldado del Ejército Real e Imperial. Formó parte del Consejo de Obreros y Soldados y en 1918 fue nombrado primer comandante de los Guardias Rojos de Viena. En 1921 se trasladó a Berlín. Sus periplos como reportero, que lo convirtieron en una celebridad, lo llevaron a la Unión Soviética, Estados Unidos, China y Australia. En 1933, a raíz de la persecución de simpatizantes comunistas desencadenada tras el incendio del Reichstag, estuvo detenido en la fortaleza de Spandau y fue deportado a Praga. Ese mismo año se marchó a París, ciudad en la que vivió hasta 1939 y desde la que realizó varias visitas a España durante la Guerra Civil. Tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se trasladó a Estados Unidos, pero al cabo de poco tiempo fijó su residencia en México. En la primavera de 1946 Kisch regresó a Praga, donde murió dos años más tarde.